En verdad no soy rara por ponerle nombres a mis macetas, creo que lo que me hace rara es pensar que las demás se podían sentir mal cuando supieran que eran las que no tenían nombre…
De ahí que les pusiera a las plantas del dinero como a las hermanas tacañonas: MariPuri, a la de abajo; la Seño, a la que está más blanca y Poca, a la más chiquinina; Cintia, a la cinta de abajo que está con MariPuri; Malamadre, a la que está solita abajo, que es la que más hijos tiene siempre, y Aracne a la que está con Poca que tiene tendencia a ser hogar de pequeñas arañitas… A los cactus como eran de Juani, en su honor les puse Juanito (el zangolotino), Jorgito (el pequeñín) y Jaimito (el gordi) -no les puse el nombre de sus hijos porque ya lo llevan tres jabalíes guapetones del pueblo y no es plan de ponerles a todos los seres vivos Lolo, Juanma y Luis-…
Y todo porque Pili era la pilistra; Helen, el helecho; Guada, una palmera cica y Lupe, el hibiscus -las dos de Guadalupe, regadas con agüita de la fuente-; Hiato, la chamaedoerea (vivan las vocales abiertas que no quieren formar diptongos) que me regalaron Alicia y Goti y Manolita se llama el romero, porque era el segundo apellido de mi abuela.
Acabo de plantar una, que se llamará Fá (con tilde aunque sea monosílabo) porque regaló mi hermana Fátima en su boda las semillas y la tierra en la que ahora duerme y espera.
Solo me falta una, una que me regaló mi madre, que había sido de mi tío -su hermano-, que se pone preciosa en verano y en invierno, justo cuando las demás están más feínas. A esa no sé qué nombre ponerle, porque es a la que más cariño le tengo y porque ni siquiera sé cuál es su tipo, su nombre, su nada. Debería buscarle un nombre de diosa, de ninfa, élfico, de estrella… Pero me quedo en blanco y no sé terminar, como me pasa con esta entrada…