El padre que siempre deseé

Le debo a Morfeo ciento treinta y seis ofrendas. Una por cada vida que he soñado contigo.

Me visitas cada noche para seguir donde lo dejamos en otoño: te veo enredando con tus cosas, paseando, comiendo, jugando con los niños, hablando con mamá, bromeando con los desconocidos, acompañándome a casa, escuchándome, esperándome o dándome besos que me dejan sorda y que resuenan como mil campanas de bronce.

Nunca he deseado tanto dormir, nunca he temido tanto despertar.

Cultura Clásica

Esta entrada viene con BSO: Nirvana About a girl

Recuerdo ir a la clase donde se impartía Cultura Clásica, y asomarme con la excusa de ver a Pilar pero en verdad solo querer mirarlo a los ojos con desprecio.

Hubo una mañana en la que el pasillo estaba oscuro, sería a finales de mayo como ahora, porque habían bajado la persiana para espantar el calor. Me asomé escandalosa como siempre y el tiempo se paró. Él estaba de pie, apoyando una pierna en la pared, escuchando música. Levantó la mirada melancólica cubierta de pelos grunge, se quitó el auricular del oído izquierdo y me dijo «No está. Tu hermana no ha venido. No hay nadie».

Sentí algo parecido al vértigo. Entendí por qué en inglés se cae en el amor.

Echo de menos a Leíto…

Siempre venimos a Sevilla un par de días en Navidad; este año, como el pasado, Leo se ha quedado con mis padres y Sandi. Y lo estoy echando terriblemente de menos.

Desde que llegamos extraño ver a un bichino de cuatro patas rondando a la espera de que me siente para subirse encima, de robarme la comida, de pisotearme el teclado o restregarse el móvil para que le haga casito. Esta noche nadie me ha despertado para que le haga un hueco bajo el edredón, esta mañana nadie ha venido a verme hacer pis… Joío bastardo, cómo me robó el corazón, me tiene secuestrada el alma, y eso que lo conocí ya mozo 😍😻

echo de menos a leo

 

Ojalá

Hoy no iba a publicar porque estoy agotada emocionalmente.
Es lo que tiene el cogerle cariño a los niños y el ir descubriendo las sombras de sus vidas. Ojalá pudiéramos protegerlos en cada momento… ojalá la vida los trate bien el resto de sus vidas, ojalá que encuentren la felicidad, ojalá que nunca pierdan la esperanza… Ojalá

Macetas

En verdad no soy rara por ponerle nombres a mis macetas, creo que lo que me hace rara es pensar que las demás se podían sentir mal cuando supieran que eran las que no tenían nombre…

De ahí que les pusiera a las plantas del dinero como a las hermanas tacañonas: MariPuri, a la de abajo; la Seño, a la que está más blanca y Poca, a la más chiquinina; Cintia, a la cinta de abajo que está con MariPuri; Malamadre, a la que está solita abajo, que es la que más hijos tiene siempre, y Aracne a la que está con Poca que tiene tendencia a ser hogar de pequeñas arañitas… A los cactus como eran de Juani, en su honor les puse Juanito (el zangolotino), Jorgito (el pequeñín) y Jaimito (el gordi) -no les puse el nombre de sus hijos porque ya lo llevan tres jabalíes guapetones del pueblo y no es plan de ponerles a todos los seres vivos Lolo, Juanma y Luis-…

Y todo porque Pili era la pilistra; Helen, el helecho; Guada, una palmera cica y Lupe, el hibiscus -las dos de Guadalupe, regadas con agüita de la fuente-; Hiato, la chamaedoerea (vivan las vocales abiertas que no quieren formar diptongos) que me regalaron Alicia y Goti y Manolita se llama el romero, porque era el segundo apellido de mi abuela.

Acabo de plantar una, que se llamará Fá (con tilde aunque sea monosílabo) porque regaló mi hermana Fátima en su boda las semillas y la tierra en la que ahora duerme y espera.

Solo me falta una, una que me regaló mi madre, que había sido de mi tío -su hermano-, que se pone preciosa en verano y en invierno, justo cuando las demás están más feínas. A esa no sé qué nombre ponerle, porque es a la que más cariño le tengo y porque ni siquiera sé cuál es su tipo, su nombre, su nada. Debería buscarle un nombre de diosa, de ninfa, élfico, de estrella… Pero me quedo en blanco y no sé terminar, como me pasa con esta entrada…

Cosas por las que lo amo

Estamos recogiendo la cocina después de comer -una de las ensaladas súper ricas y contundentes que hace mi esposito- y sobra un huevo cocido, que mete en el frigorífico.

-¿Dónde lo vas a poner para que no los confundamos?

– Separado de los otros huevos porque este es un huevo muy duro… -lo dice imitando el lenguaje corporal de los cowboy de las películas del oeste…

Cualquiera que me mal conozca…

Cualquiera que me mal conozca, viendo mis brazos, piernas, caderas, costillas y culamen -solo en época estival lo verá- llenos de negrales, mi actitud esquiva al contacto y a las nuevas relaciones y un marido al lado de casi dos metros de largo, de andares pesados, creerá que él los marcó, que fueron sus manos las que acumularon la sangre bajo mi piel…

Cualquiera que me conozca bien -muy pocos hay que lo hagan- sabrá que jamás permitiré que un hombre me levante la mano; sabrá que soy torpe en mis andares y voy aprendiendo como un ciego dónde no deberían estar los muebles; que me falta una respuesta positiva en los tests para ser autista y que jamás estaría casada con un hombre agresivo o violento.

Culo veo, culo quiero

Necesito gente a la que yo pueda admirar a mi alrededor para crecer. Teniendo en cuenta que «a mi alrededor» hoy en día puede ser a más de 400km de distancia, vale con que de alguna forma me rocen el alma, me den un pellizquito en el corazón o llamen mi atención, y puede ser de las formas más diversas, extrañas y retorcidas que se puedan imaginar.

A mi primer amor lo conocí porque un día llegué feliz de cerveza a casa y me dio por hablar con la pirada esa que quería suplantarme y que terminó siendo un tío que no sabía ni que yo existía -la magia de internet-.

Hoy empiezo un blog, diferente a todos los que he tenido hasta ahora para que me sirva de desahogo artístico, de quitapenas, de decir chuminosidades y anécdotas, para que se convierta en mi memoria de los días sencillos y felices.